sábado, 23 de noviembre de 2013

El trasfondo místico y ocultista de la música y su manifestación en el mundo medieval.



Por Ulises Medina A.                            

  La música siempre ha presentado una conexión muy cercana con el lado más místico e irracional del ser humano, por ello es que en sus inicios tiene un trasfondo ritual, además de que incluso hoy día es un elemento muy importante en cada uno de los cultos y creencias de los pueblos del orbe. Tal  es la importancia de la música en nuestras vidas, que se utiliza actualmente para amplificar por diferentes lugares del mundo ideologías políticas, problemas sociales, o simplemente un fin comercial, llevando estilos, vanguardias y modas a diferentes lugares del planeta.
  
Como decía, la música siempre ha tenido un valor fundamental en la historia del hombre, ya que ha acompañado a este en los momentos más trascendentales de su existencia, tanto los más gloriosos como los más decadentes. La música, por eso, da para mucho, tanto para reflejar amor, odio, tristeza, alegría, victorias, justicia, impotencia, prudencia, tranquilidad, entre otros sentimientos. También para cada etapa de la historia de la humanidad hay una música representativa; asimismo, todos los pueblos del mundo tienen una expresión musical típica, como también sus propios himnos que exaltan a un país.
  
  La música no sólo ha sido representante de un devenir histórico determinado, sino también por ella se han formado revoluciones varias, como por ejemplo el rock and roll, el hipismo, el movimiento punk, entre otros, que causaron un remezón cultural en su época, vanguardias que en el siglo XX hemos podido observar muy bien.
   
  Esto nos demuestra de que hay un nexo íntimo entre la música y el ser humano, que va más allá de un plano físico que representa el canto, el baile y la instrumentalización, más allá de un plano racional , representado por  la teoría musical, en la ejecución de los instrumentos y bailes y en la construcción y evolución de la música a lo largo de los años, e incluso más allá de un plano sentimental y espiritual, que va reflejado en sus expresiones rituales, en como la música puede jugar con nuestros sentimientos -como expresión artística que es-, en el fanatismo por cantantes y grupos, en su ejecución ceremonial, etc. Se trata de un plano cercano a los sentimientos, pero que engloba a los tres planos a la vez, con la diferencia de que se trata de un actuar casi instintivo el que nos conecta con la música, es algo que tiene un trasfondo muy fuerte, de la cual surgen leyendas, mitos y expresiones músico-rituales presentes hasta el día de hoy. De aquí surge mi pregunta: ¿Hay una relación entre la música y el ocultismo?
  
  Para comenzar a respondernos esta pregunta, es preciso considerar el significado etimológico de música y de ocultismo, con una breve explicación de cada uno. Luego veremos cómo se va dando la presencia de “lo oculto” dentro de la música a través de la historia, obviamente acompañada de historias propias del contexto social e histórico en que se basan esos momentos en que se ha conectado a la música con “lo oculto”. Por eso mismo, muchas de estas conexiones provienen de la Iglesia Católica, quien, por un lado influyó enormemente en el desarrollo de la música durante el Medioevo, pero que también generó historias que hoy día rayarían en lo absurdo a los ojos de muchos.
  
  Analizaremos, a continuación, este nexo. En primer lugar, para estos efectos, definiremos el ocultismo -como concepto accesorio, pero no menos importante al que estamos analizando- como “El estudio de las doctrinas ocultas de las diversas religiones y filosofías, haciendo hincapié en los fenómenos paranormales y los poderes ocultos del ser humano” o como “Conjunto de conocimientos y prácticas rituales con las que se pretende penetrar y dominar fuerzas poco conocidas de la naturaleza”. Sobre esta base desarrollaré el ensayo.
  
  Con respecto a la palabra música, esta deriva del latín “mousike” que por ese entonces representaba a todas las artes en general. Encuentra su nombre en las musas, las 9 hijas del dios Zeus con Mnemósyne, una de las titánidas. Esta palabra, por esta razón, abarcaba en un sentido amplio a todo lo relacionado con la educación del espíritu que complementaba a la educación física o “gymnastike”. 
  El concepto restringido, que ha llegado a nosotros, no es sino sólo la educación referida a un arte sonoro. Aristóteles sostenía que si bien todos podemos comprender lo que significa música, el definirla es algo extremadamente difícil. Así es como podemos encontrar definiciones de ella como “el arte que se ocupa del material sonoro y de su distribución en el tiempo”, o bien “Arte de expresar determinados sentimientos de un modo agradable al oído" como sostenía Rousseau, “ciencia de medir bien”, según San Agustín,  o bien "un total de fuerzas dispersas expresadas en un proceso sonoro que incluye: el instrumento, el instrumentista, el creador y su obra, un medio propagador y un sistema receptor", según el compositor Claude Debussy.  Generalmente, los manuales de música prefieren definirla como “El arte de combinar bien los sonidos con el tiempo”. 

  Luego, es importante precisar que la música se compone de dos elementos básicos: el sonido y los silencios, los que se organizan en base a la melodía, la armonía, la métrica y el ritmo. En cuanto a su historia, se conservan testimonios de su existencia desde civilizaciones tan antiguas como Mesopotamia, Egipto, Grecia y Roma, de las cuales tenemos instrumentos y escritos, no así testimonios prácticos. La música iba unida a la práctica religiosa de estas civilizaciones. La profanidad dentro de la música es más tardía manifestando su nacimiento en Grecia, y en civilizaciones orientales como la china o la hindú. 
  
  En las civilizaciones antiguas que vinculaban la música a la religión destaca el hecho de que le dotaban un origen divino, creyendo incluso que ésta los pondría en contacto con los dioses. También aseguraban que la música tenía facultades curativas. Así es como, por ejemplo, los mesopotámicos vinculaban a la música con los ciclos de la naturaleza, plasmando esto en el tipo de escalas que emplean. Este pueblo y los griegos utilizaban un sistema de cinco escalas y siete sonidos.  Luego la influencia musical de estas civilizaciones se perdió con el tiempo, limitándose sólo a la teoría. Con la llegada del cristianismo fue la influencia de esta religión la que si marcó la evolución musical en el tiempo, a través de los cantos que se iniciaron con los primeros tiempos de esta religión, influidos por los cantos judíos y la música de los pueblos de cultura griega cercanos a Oriente Medio. Así se fue dando forma, dentro de las clandestinas comunidades cristianas primitivas a cantos vocales -porque los instrumentos eran prohibidos en los templos-. Una vez que se aceptó y oficializó el cristianismo como religión oficial del Imperio Romano, el canto litúrgico se expandió por Europa, mezclándose con las tradiciones musicales de los diferentes pueblos de aquel entonces. Cuando Roma se dividió, también ocurrió lo mismo con el canto litúrgico, naciendo el rito romano occidental (dando paso en la Edad Media al canto gregoriano) y el rito ortodoxo oriental. 
  
  En la Edad Media se configura el canto gregoriano dentro de las iglesias, naciendo así las primeras formas de polifonía. Hacia el siglo XI y XII aparecen los trovadores en Alemania y Francia, quienes componen sus propias letras y melodías. Asimismo, en la Edad Media, por la importancia que adquirió el cristianismo, se comenzó a demonizar y a ocultar todo lo que implicara algún vínculo con conocimientos que escapan a los permitidos por la Iglesia, en especial si se tratase de religiones no cristianas o de avances científicos, historia que tristemente muchos sabemos cómo se fue desarrollando por mil años. Así fue como la figura del “Diablo” adquirió importancia también en la música… y desde aquí en adelante dejaremos la evolución histórica de lado para centrarnos libremente en el tema principal.
  
  Remontémonos al siglo X. En ese entonces la notación musical se basaba en ciertos signos algo ambiguos que se llamaban Neumas. Estos símbolos no indicaban una relación tonal absoluta. En el siglo XI los copistas añaden una línea horizontal que indicaba la nota principal o tónica de la melodía. Pero no fue hasta el año 1025 cuando el monje benedictino Guido D’Arezzo tomó el himno latino a San Juan Bautista y lo convirtió en un acróstico silábico: UT (queant laxis, actualmente DO, como veremos más adelante), RE (…sonare fibris), MI (…ra gestorum), FA (…muli tuorum), SOL (…ve polluti), LA (…bii reatum). Esto en castellano significa “Para que tus siervos puedan exaltar a plenos pulmones las maravillas de tus milagros perdona la falta de labios impuros”. Se asigna así a casa nota la primera sílaba de cada verso y se ubica las notas dentro de un patrón de cuatro líneas (el tetragrama). 
  
  Pero, si nos damos cuenta, faltan cosas fundamentales a la forma moderna de escribir la música (y que ya los mesopotámicos y los griegos habían previsto en su sistema de cinco escalas y siete sonidos). Me refiero a que falta una nota y una línea menos en el plano de escritura. 
  
  Resulta, que el SI, que es la nota que falta, se consideraba la “nota del diablo”, por lo que se trataba de evitar. Esta nota, que era el séptimo grado de la escala -la sensible- se trataba de evitar dado a que su uso en la música incitaba a la formación del Tritono, que es un intervalo musical que abarca tres tonos enteros -muy utilizado en el heavy metal-, ocurriendo naturalmente en la escala mayor en el intervalo formado entre el cuarto y el séptimo grado de la escala-FA y SI en la tonalidad de DO mayor-, como así en la escala natural menor entre los grados segundo y sexto, entre otras escalas. El Tritono en el Medioevo era denominado “diabulus in musica” o “el diablo en la música”, esto dado a su dificultosa entonación y su siniestro sonido. 
   
  Según la Iglesia, era el Diablo quien se colaba en la música en este intervalo por eso se prescindía del uso de la nota SI, o el séptimo grado de la escala, para no formar la “cuarta aumentada”. En las escalas griegas, en que la escala comenzaba en LA, no ocurría este problema. El problema surgió cuando Guido D’Arezzo redistribuyó la escala y partió en DO, por lo que la nota SI se presentaba en una posición muy tentadora.

 Para superar este problema, en el siglo XVI se realizan tres innovaciones importantes, entre las que destacan el desestimar la amenaza de Satán para agregar y nombrar la séptima nota en la escala -parece chiste-, para facilitar el solfeo, se reemplaza la nota UT por la más cantábile DO -tomada de la palabra “dominus” señor en castellano, otros dicen que Giovan Battista Doni remplaza la nota por la primera sílaba de su apellido en el año 1600-, y finalmente, la añadidura de una quinta línea al plano de escritura musical, pasando del tetragrama al pentagrama actual. 
  
 Lo recientemente señalado demuestra cómo el oscurantismo medieval fue capaz de someter hasta los mismos principios lógicos de la música, pero también demuestra que la presencia de “lo oculto” está presente y arraigada en la música de una manera que se vuelve, desde este momento histórico, menos difuso y más tangible.




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